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lunes, 23 de noviembre de 2009

Ex.

Como cualquier antigua novia que se merezca ese nombre, Berlín me recibe con una mezcla de sospecha y alegría. Contenta, pero sin dejar de pensar ¿Y qué querrá éste ahora de mí? Probablemente no le guste la soltura con la que intento moverme por sus calles. Las conozco más de lo que a ella le gustaría admitir. A mí -y también me cuesta reconocerlo- me duele un poco que ella siga encantadora como siempre. Esperaría que se fuera marchitando, que me recibiera con un Así estoy yo sin tí, pero está espléndida. Qué le vamos a hacer, ya me ha superado.

Paseo por sus calles como si viviera aquí, con tiempo en las manos y las manos en los bolsillos. Miro escaparates sin comprar nada. El barrio con más galerías de arte por metro lineal se ha convertido en el de más obras por metro cuadrado. No me esperaba menos de Berlín, la mejor ciudad del mundo para jugar al escondite:









miércoles, 18 de marzo de 2009

El principio...

...es la mitad de todo, me dijo mi padre aquella vez. Supongo que, una vez más, habrá que hacerle caso al viejo.

Mientras tanto, un librero de Mainz me hace este guiño con sus libros de viaje:
Todo lo demás bien, es que aparte del blog también escribo una tesis, a la que de vez en cuando dedico algo de tiempo. Feels good to be back.

martes, 20 de enero de 2009

Crack.

Cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro angelitos que me la guardan.

En ese momento, cuando conseguí volver a dormirme, me alegré de haber conocido a áquel tipo. Situación: a las tres de la mañana de un lunes, mi cama decide que hasta aquí hemos llegado: adiós muchachos. Cayó en mi casa por casualidad, ha sido una fiel compañera en muchos pisos, mudanzas e incluso almacenes temporales. La cama ha sobrevivido a cinco casas, dos ciudades, un cambio de bici, de universidad, de novia y hasta de tema de tesis. Junto con la caja de herramientas, el reloj de pared y la librería.

Con sólo una pata de la cama rota (cuatro patas rotas permitirían poner el colchón sobre el suelo) me acordé de él, y de de su cama, siempre con cuatro montones de libros como patas. Nunca los tomos de Tolkien, Grass o Mann le habían sido tan útiles, decía. A Platón y a Nietzsche los iba intercambiando, de la cama a la librería, según su estado de ánimo.

Cierro los ojos y repaso la selección de libros que -hoy más que nunca- me van a ayudar a dormir. Una antología de poesía alemana -poco ojeada desde que la saqué de una caja de frutas un mercadillo en Berlín-, el Tambor de Hojalata que no he tocado desde que lo compré en Weimar (Günter Grass, gran productor de ladrillos), un libro sobre fisicoquímica que abro menos de lo que debería y para el ajuste fino, las 96 páginas la constitución alemana, también caída en mis manos sin yo quererlo. Debería leer más.

lunes, 10 de noviembre de 2008

Caras de Noviembre.

Es ist nicht mehr zu halten. Wir fluten jetzt(*).

El Teniente Coronel Jäger no sabe qué cara ponerle a los centenares de berlineses del Este que han venido al paso fronterizo de Bornholmerstrasse en Berlin-Prenzlauerberg. Ha habido un error burocrático retransmitido en directo por televisión: alguien ha malinterpretado un borrador interno como una normativa de vigencia inmediata. El incrédulo periodista pregunta de nuevo: ¿También vale en Berlín-Oeste? El miembro del Politbüro relee el párrafo. Se acabó, no hay marcha atrás. Está pasando, lo estás viendo.

¿Se imaginan la cara de Jäger? Las radios no paran de repetirlo:¡Han abierto el muro!. Y Jäger pensando: Pues a mí no me han dicho nada. Cada vez hay más gente que pide pasar. Jäger sale, habla con sus subordinados, intenta hablar con la superioridad pero no lo consige apenas. Por tanto, las órdenes siguen siendo las mismas que durante los últimos 20 años. Alrededor de las once de la noche del jueves 9 de Noviembre 1989 el Teniente Coronel Jäger decide abrir la barrera y poco después consigue ponerse en contacto con la STASI: No lo podemos contener. Esto se desborda(*).

Las caras. A la mañana siguiente, una estudiante de arquitectura que no ha salido de su cuarto (en un segundo patio interior en Berlín-Charlottenburg) en tres días intenta ir a clase el viernes. Llega molesta a la facultad, los autobuses parecen no funcionar bien, la gente anda agitada, hay mucho tráfico y se ven muchos coches de policía. Llega y pregunta a sus compañeros: ¿Qué pasa? Imagínense las caras. Más adelante, y más al sur -aquí en Thürigen- un padre decide visitar con su hijos en coche el Oeste, la primera aventura. Justo después de cruzar, se para en el primer supermercado. Le dice a cada uno de sus hijos que escoja una cosa de todo lo disponible en las estanterías. El más pequeño lo tiene claro: quiere un huevo Kinder Sorpresa. Eso es una sorpresa. Felicidades, Alemania.

* Comunicación entre Jäger y sus superiores de la STASI. La traducción es mía. (y un poco libre). Si hay una mejor, por favor dígamelo.


lunes, 20 de octubre de 2008

Ciao.

El director sólo tiene mover media ceja para que el medio centenar de adolescentes italianos se ponga firme. Silencio, se canta. Madres, padres, abuelas, tíos e incluso yernos contienen la respiración. El coro de alumnos del conservatorio empieza a cantar, acompañado por el órgano de la catedral de Vicenza.

Casi no se reconoce a la turba de adolescentes italianos "No sin mis gafas de sol" que hace unas horas recorría el centro de la ciudad. Gritándose, riéndose, gastándose bromas, hablando por el móvil y sacándose fotos todo a la vez.

Termina el concierto, y el director (maestro) explica con la partitura en la mano: es la primera vez que se interpreta ésta obra en tiempos modernos en Italia. Yo -que tengo el oído musical de, digamos, una esponja marina- me he quedo maravillado, y muy adentro sonrío: nunca pensé que una sobremesa de invierno en Berlín hace dos años -¿Sabes dónde puedo comprar partituras?- acabara en este concierto.

martes, 14 de octubre de 2008

Pasado perfecto, presente continuo.

Reunión relámpago en Berlín, cuatro años más tarde. Estupendo día de otoño:
Estupendo paseo por calles que no conocía, por calles que me sé de memoria. Mecadillo: chatarra, ropa vieja y talleres de verdad, donde un tipo engrasado hasta las cejas guarda repuestos de todo:

Talleres de Berlín, casas de Berlín: espacio y luz a buenos precios:
Domingo, ergo Brunch:
A la vuelta, la tarde se empeña en recordarme que estoy en Berlín, y que sigue habiendo un cielo enorme sobre la ciudad:

miércoles, 10 de septiembre de 2008

Berlín en bici.

Lo primero que hizo mi primera bicicleta de Berlín fue romperse. Tampoco los 25 euros que le acabamos pagando a aquel tipo en el mercadillo daban para discutir. Pero, aquella bici, incluso rota, valía más. Al día siguiente recorrí media ciudad para poder arreglarla gastando lo menos posible. Más tarde supe que sería algo típico de erasmus: moverse quince kilómetros para ahorrar seis euros. Tuvo la delicadeza de romperse la última noche de fiesta con los compañeros del piso. Estuvo dos meses en el mismo sitio donde se rompió: una farola frente al Kaffee Burger.

Llevo tres años cargándola rota. Una época estuvo aparcada sin candado en mi residencia, con la esperanza de que alguien se diera cuenta de que -aunque rota- era una buena bici. Me fui por segunda vez de la residencia. Allí seguía meses más tarde, hasta que un día decidí que se había ganado a pulso el que me la llevara de nuevo conmigo. En Jena, por estar mi cuarto encima del garaje, hasta duermo encima de ella.


Aunque lleve ya casi tres años utilizando otra bicicleta, siempre lo hago pensando que es algo temporal hasta que arregle la de verdad. No hay nada más definitivo que lo que se llama temporal. Por suerte, no hay nada más temporal que las cosas que nos parecen definitivas. Menos mal.

domingo, 3 de agosto de 2008

Intermezzo.

Tussies(*), Turcos y Turistas. Olor a ciudad nada más salir del tren, a gente y más gente. Quincalla y libros viejos en cajas de fruta. El camarero deja de maltratar sus clientes por un momento y pide amablemente al músico ambulante que se vaya a otra parte a destrozar boleros con su acordeón. Berlín: cafés con tipos flacos de pelo sucio y gafas de pasta escribiendo en sus cuadernitos sobre gente que quizá ya no viva aquí.

El museo: su altar, su puerta con los leones. La cruzo, igual que hace nueve años como viajero de fin de curso atolondrado, después turista mochilero de verano, como recién llegado, vecino del barrio, viejo conocido y ahora como visitante de paso. Obras y más obras. La ciudad que va cerrando heridas y abriendo zanjas. Todo aquí se mueve o deja de hacerlo al compás de las Bauarbeiten.

Mi último barrio, sus anarco-lesbianas federadas y sus punkis que siguen en lucha:
Cruzando ese portón, en el Innenhof -bitte keine Photos, no tourists dicen los grafittis- aún hay dos bicis mías olvidadas, heredadas de generaciones de alumnos erasmus que llegaban y se iban. Tomamos la última copa en un bar en el que -explicablemente- hay una hamaca que estuvo en mi salón un año y medio. Nos despedimos, y la funeraria de enfrente nos recuerda que ni la muerte nos alejará del mal gusto -o de los buenos precios:


(*) Más links: uno y dos.

viernes, 1 de agosto de 2008

Aquí.

Alemania cuando pido un paquete el lunes y me llega el jueves. Alemania cuando vuelvo a separar la basura. Cuando mi vecino estudia algo como intercultural management. Alemania cuando la palabra Polsterluftbriefumschlag suena en la oficina. Alemania cuando la asesora fiscal se llama nada menos que Frau Geldhäuser. Alemania cuando escucho la palabra Steuerberatergebührenverordnung. Vuelvo a ser Sehr geehrter Herr P -wie Peter, E -wie Emil, R -wie Robert, E -wie Emil und Z -wie Zeppelin.

Jena: llego a la universidad antes de que acabe la primera canción del mp3. Jena cuando entro en la mensa temblando. Juraría que la camarera me desea Buena suerte en vez de Buen apetito al darme una montaña de papas y brócoli. Jena cuando salgo pronto de la universidad porque cierran las tiendas. Cuando hago lo que quería hacer en la mitad del tiempo. Del cuello de la cajera cuelga la forma de Turingia en oro. Jena, ciudad de la luz y de la escasa banda ancha.

Mi casa cuando veo los higrómetros. Cuando hasta la pesa parece marcar menos, será la crisis. Mi casa cuando veo el mapa de Berlín en la pared. Café, al fin café. Mi casa cuando me hago una ensalada. Mi casa cuando friego, cuando hago la lavadora. Mi casa cuando salgo y en cinco minutos estoy tomando una buena cerveza en buena compañía.


martes, 22 de abril de 2008

El país perdido de las bicicletas.*

ste es el mapa que señala el país perdido de las bicicletas. Altraste

Uno de los motivos por los que me quedé en Berlín -aparte de la propia ciudad- al acabar mi año Erasmus fue mi bicicleta. El otro fue mi caja de herramientas. Ninguna de esas dos cosas me las podía llevar a Tenerife. Estaba la ciencia, pero eso no me preocupaba tanto. También había una relación, pero confiaba en que de alguna manera me las arreglaría. Sin embargo, la bici y mis herramientas eran irrenunciables, genuinamente asociadas a mi vida en Berlín. La bici me costó 20 euros en un mercadillo y la sigo teniendo en Jena (junto a otra que vino después). Las herramientas fueron un regalo del banco. No llevo la cuenta, pero creo que llevo unas diez casas (contando las de otras personas) montadas con ellas, incluida la de Jena.

Nada se puede igualar a un par horas libres, una ciudad llana y una bicileta. El sábado estuve en Copenhague. El equipaje en una consigna, las manos en los bolsillos y una bici alquilada. La ciudad vacía, la mañana espléndida y muchas horas por delante para hacer cualquier cosa. Cualquier cosa que se vea así valdrá la pena.


Un tipo subido a un caballo impresiona, tansmite mucha autoridad al peatón. Lo sabían los romanos, lo sabían los indios en américa, lo saben las policías montadas actuales, lo saben hasta Les Luthiers. El alemán tiene una palabra de caballos para las niñas cursis, Pferdemädchen: niñita a la que le gustan los caballos y/o ponis. A mí nunca me interesaron los caballos -nunca he cabalgado-, pero el cariño y la confianza entre un jinete y su montura no se me escapan. Aquí estamos, de paseo por Berlín, mi caballo y yo:


martes, 15 de abril de 2008

Fiesta.

Of all the gin joints in all the towns in all the world, she walks into mine. (*)

¿Otro gintonic?
El camarero se va y yo me pregunto qué es lo que me molesta más: lo de "otro" -¿es que está llevando la cuenta?- o lo de "gintonic" -lo que me sirven por tres euros y medio tiene el tamaño de una bebida de avión y sabe a colonia. Ya en la pista, unos bailes y algunas bromas. Alguien me dice Vengo de Inglaterra, mi familia es originaria de Cachemira. Decido que es el momento de irme, mañana hay que coger un tren, pasado un avión.

Por la mañana, de camino a la estación, el taca-taca de mi maleta en los adoquines nos va despertando a mí y a los vecinos. Me recuerda que, aún yéndome anoche de los primeros, no llegué pronto a casa. Como siempre que voy de mañana a la estación, pienso que Jena no es tan pequeña como me lo pareció cuando llegué.

Llego a Berlín y compruebo que cada vez se parece más a cómo la recuerdo desde Jena: sucia y desarreglada. Comprendo que Berlín ya no se alegre de verme, tampoco a mí me entusiasman ya éstos tránsitos. Hay un rencor mutuo. Supongo que ella no me perdona que me haya ido, yo tampoco llevo demasiado bien verla sin vivir aquí. Mi familia es de Tenerife, yo vine aquí de Berlín.

(*) H. Bogart como Richard "Rick" Blain en Casablanca.

miércoles, 19 de marzo de 2008

Jena - Berlin - Madrid - Tenerife

El viaje a Berlín (desde Jena) lo hice de en Mitfahrzentrale, con otros tres alemanotes(*). El chófer bastante locker, detrás de él, a mi izquierda un erstsemestler y delante de mí un tío con pinta de estudiar BWL (empresariales) que estudiaba BWL. Los 3 pasajeros nos dimos cuenta de que el chófer iba bastante rápido, todos debimos pensar "se conocerá el camino". Cuando íbamos a 100 km/h por una carretera de 70 km/h, el BWLer le preguntó "Haces este camino muy a menudo, no?". El chófer, apartando la vista de la carretera: "Mi primera vez, tío!". Cuando salimos a la autopista y nos pilló la tormenta de nieve, juraría que el otro pasajero se puso a rezar. Creo que se le pasó por la cabeza darme la mano. Y yo pensando "¿Y si me muero y no me entero de que pasa con el Chiki-Chiki?".

Berlín me recibió con una viejita sacando botellines de las papeleras en la parada del metro. Tenía una trayecto largo hasta casa, así que aproveché para comprar la BZ del sábado. No todo van a ser citas de Kafka y cuadros de Friedrich. Hablando de su ventana, y de mis olvidos: se me quedó el póster en el coche, e iba a ser el regalo para el día del padre. Ahora sólo estoy a unos 3.600 kms de él (del póster). Por cierto, al acabar el trayecto de metro, se le da el billete al punki/jipi/raro de guardia, para que lo revenda.

Desde que vivo en Alemania, aprovecho las vueltas a casa, si paso por Madrid, para visitar a algún amigo, o hacer que me visite en Madrid Barajas. Anoche empecé a hacer lo mismo en Berlín. Hace unas horas, en Madrid. Ahora, por fin en casa. Qué suerte vivir aquí.

(*) Un alemanote es un alemán grandote. Como el españolito, pero al revés (¿?)

lunes, 3 de marzo de 2008

IKEA state of mind

Hace tiempo me di cuenta de por qué me gusta montar muebles de Ikea. Son el problema perfecto. Un puzzle en 3D que se hace con herramientas. No son muy difíciles de montar, pero tienen la dificultad suficiente como para que, al terminar, se pueda disfrutar un poco de esa sensación que se tiene cuando se resuelve un problema. Lo que nunca pensé es que también el somier hubiera que montarlo tabla a tabla!

Mi cama debe ser de las pocas cosas de mi casa que no son de Ikea. Cuando hice mi primera mudanza en Berlín, saliendo de la residencia en Schlachtensee con otros 3 erasmus a un piso en Prenzlauer Berg, casi nadie compró muebles Ikea (esos vinieron con la primera beca de verdad). Alquilamos una furgoneta inmensa y fuimos siguiendo anuncios de gente que se quería deshacer de muebles grandes y los regalaba. La cama fue uno de ellos. Así fue como mi Mitbewohner, un companiero gaditano que algún día dejará un comentario, durmió sus últimos seis meses en Berlín en una cama que alguien quiso regalar. Después hubo que llevarla a casa de una amiga para guardarla 6 meses (en Schöneberg), en los que yo regresé a la residencia. Cuando volví al centro, a un piso, de nuevo a sacarla y subirla, esta vez a Berlin Mitte. Su último destino ha sido Jena. Nunca un regalo dió tanto de si. Lo curioso de todo es que ninguno de los transportes fue con la misma gente. En las tres mudanzas he tenido ayuda siempre de gente distinta. Primero los erasmus 04/05 (se fueron), luego los erasmus 05/06 (se fueron también) y por último unos companieros del trabajo (se vinieron a Jena también).

Y como hablo del piso de Berlín Prenzlauer Berg y el otro día de ventanas, ahí va la foto. Es desde balcón, a la esquina Danziger Str. / Greifswalder Str. La esquina del fondo es Danziger / Prenzlauer Allee, y un la siguiente sería ya U Eberswalder Str. Mi ventana daba al balcón, orientado al sur, y la casa era un piso 3°, con lo que en verano los atardeceres eran así. Algún día diré algo sobre El cielo sobre Berlín:


viernes, 29 de febrero de 2008

Diálogos y ventanas

El correo electrónico que la Deutsche Bahn (RENFE alemán) me manda lleva como dirección noreply.kundendialog@bahn.de. Por un lado, buen rollito kundendialog (diálogo con el cliente) y por el otro noreply (no nos respondas). Osea, yo te PETO a publicidad encubierta llamándolo amablemente pero no nos des el cognazo respondiendo. Propongo, como Calamaro, honestidad brutal. Llamémoslo telacuelo.tururú@bahn.de.

El alemán, supongo que como todos los idiomas, tiene conceptos intraducibles y fórmulas exclusivas para decir algunas cosas. Aparte de la jerga burocrática (Hiermit, Aufgrund, Gegen Vorlage, Desweiteren...), hay palabras típicamente alemanas como kuscheln, knapp, Vollständigkeit o, mi favorita Bezirksschornsteinfegermeister (y esta la vi escrita en el portal de una casa, no me la he inventado). Cuidado que aparte de hacer palabras largas, también es útil para lo contrario. Hace poco me encontré con un buen titular de periódico. Sonoro, cortante y rítmico, era casi un verso:
POST CHEF WEG!
Los italianos no tienen una palabra para disfrutar (inglés enjoy, alemán genießen, sich amüsieren...como se quiera decir, vaya). Te las tienes que arreglar con mezclas de divertirse, gozar y aprovechar. Parece una chorrada, pero en ese país que parece pensado para disfrutarlo, luego es complicado decirlo.

Y las ventanas. Ayer hablamos un poquito de ventanas, y de por qué los cuadros con ventanas gustan. De éste de Dalí, y de cómo se parece a uno de otro pintor romántico (como mi desayuno) alemán, Caspar David Friedrich. Como también me dijeron que sin fotos no vamos a ningún sitio, pues aquí una foto de mi primera ventana alemana (Berlín, invierno 2004/2005), con mi primera nevada. Ay, la nieve!


sábado, 9 de febrero de 2008

Berlin

Fin de semana a Berlin. Viajo con una mitfahrgelgenheit. El conductor resulta ser policia, asi que el viaje muy tranquilo. Los otros dos viajeros: un chico con pinta de raperillo y una chica que se pega la primera hora del viaje hablando por el movil con alguien que no termina de atreverse a dejarlo con la novia. Mientras tanto, el policia y yo, callados la primera hora del viaje, haciendonos los locos e intuyendo el genuino ROLLO que le tiene que estar largando el otro a la chica. Cuando termina de hablar, el poli lo clava: "Partnerschaftsberatung so, nebenbei?".

Cena en pizzeria Venezia, en Berlin. Estudie quimicia, y en primero de carrera, para que nos hicieramos una idea de lo grande e inabarcable que es el numero de Avogadro (1 mol =6,022 × 1023 particulas de lo que sea) nombraban cosas como el numero de granos de arena del desierto, la PASTA que le birlado Jerome Kerviel a Societe Generale o el numero de pizzerias Venezia, Bella Napoli o Roma que existen en el mundo. Esta, Zimmermannstr. 4 en Berlin, es una de las mejores que conozco. Llevada por turcos escrupulosamente italianizados. Iluminacion indirecta para no ver lo hortera de la decoracion y los precios algo subidos de una estupenda pizza. Cometimos el error de intentar hablar con ellos en italiano el primer dia, para darnos cuenta de que mas alla del buongiorno, bella signorina etc...eran italianos de Estambul, por lo menos. Por eso, siempre que volvemos, los camareros se alegran: se ahorran la funcion italiana.

Luego, copillas por Kreuzberg. Pelos sucios, gafas de pasta, cara ser artista o de dormir poco. El barman casi escupe a mi amiga cuando pide una cerveza con cocacola. El, con pinta de haber llegado a comerse la gran ciudad y haber acabado de barman estilo "Timberlake-grunge". Mi amiga (geborene Berlinerin), con los 30 cumplidos, la carrera acabada hace dos meses y recien inscrita en el paro. Estuvieron pinchando Blues toda la noche. Por supesto, iluminacion tenue, no vayamos a vernos todos las caras...Vuelta a casa en U-Bahn, a una hora mas que decente. Para recordarnos que estamos en Berlin, 4 adolescentes turco-berlineses con bigote y gomina chillan por su movil, se chillan entre ellos, nos chillan a nosotros. La gente no pasa mas porque no puede. Gracias Berlin.

ps. disculpen la falta de tildes, el teclado italiano me supera.

viernes, 8 de febrero de 2008

Jena State of Mind

Berlín está en Berlín. Empieza y acaba en sí mismo, o en sí misma. Es una isla dentro de Alemania. Yo vengo de una isla de verdad, y resulta que salí de una isla para vivir durante tres anios en otra. Nada que no ocurra dentro de Berlín parece importar cuando se está en Berlín. Así viví tres anios ignorando al resto de Alemania.

Jena está en Turingia (Thüringen), y Turingia sí está en Alemania, además en la ex-RDA comunista. Jena es pequenia y parece estar creciendo. Tampoco mucho, porque, por lo que se ve, ha estado creciendo siempre y sigue siendo pequenia. Jena se intenta abrir al resto de Alemania, y al resto del mundo: "Ciudad de la ciencia" 2008. Parece que lo consiga, aunque si uno sale a la calle a una hora que NO coincida con un cambio de clase de la universidad la realidad se impone: poca gente, pocas calles, poca cosa.

En Jena me he encontrado a una comunidad espaniola, que, igual que la ciudad, parece crecer y moverse. Casi todos universitarios/académicos/científicos. Aparte del obligado encuentro semanal, no paran de hacer planes, excursiones y fiestas. Parece que no hay tiempo para todo. Y sin embargo, es lo mejor de Jena. Hay tiempo. Hay pocas calles, pocos bares: mucho tiempo. Debe ser el Jena State of Mind.