martes, 27 de mayo de 2008

Desde Jena a Chicago (I).

Los otros.

Hay unos anuncios de una tienda alemana en los que un cómico intenta timar a un amigo, perseguir a una dependienta y engañar al vendedor. Supongo que el publicista quería jugar con el estereotipo de chulo y caradura. Le hacen hablar a gritos por el móvil, lleva bigote, gafas, pelo en el pecho y cadenas de oro. La idea queda bastante clara. El problema: se supone que es italiano. Los italianos han protestado. Una vez leí -en una revista española- que los alemanes miran a los italianos con cariño pero sin respeto, y viceversa: los italianos miran a los alemanes con respeto pero sin cariño. Yo noto con frecuencia en las noticias, revistas y programas alemanes en general una cierta tendencia a llevar las informaciones italianas al tópico. Mafia, ligones, buena comida, mujeres bonitas con fuerte acento. Por otra parte, explotan el filón italiano a la hora de vender, terminando en "-ini", "-etti", "-loni" y "-osi" casi todo lo que se quiere vender en el supermercado.Cuestión de respeto? Me habría importado que hicieran el anuncio con un español? Me pregunto, sin embargo, si el publicista en cuestión tendría los arrestos de caricaturizar a un muchacho turco, gritando, con la gorra, el móvil, los pantalones imposibles usw. para vender electrodomésticos.

Qué haría el italiano que hay en mí? El español que hay en mí me ha hecho vestirme un poco mejor de lo normal el primer día que voy a ver a la profesora de éste departamento. Habría hecho lo mismo un alemán? El alemán que hay en mí, por su parte, me ha hecho ser el único entre tanto yanki que se esperó a que el semáforo dijera WALK en vez de DON'T WALK en una calle desierta. El cubano que hay en mi primo (de pasaportes español y estadounidense) le hace decirme que bote las cosas donde pueda, y que agarre la bici para ir al campus si quiero. El yanki le hace no salir de casa sin su gorra. El policía que comprobó mi visa -en pasaporte español, pero concedida en Berlín- se llamaba Fuentes. El taxista Antonio Carro, que al oirme hablar español por teléfono me empezó a contar su vida, llevaba al ecuatoriano a flor de piel.

El Guillermo que hay en mí me ha hecho querer un DVD, pero el alemán me ha hecho pensar que sin Anmeldung no habría nada que hacer. I just have my passport, no other ID. La dependienta serbia me lo deja claro: Passport not important, we take VISA. Welcome to Chicago.

martes, 20 de mayo de 2008

Lady Madonna

Dentro de todos nosotros hay un percusionista. Cuando digo "todos nosotros", me refiero principalmente a mí mismo y a un par de colegas más. Nunca he tocado la batería. Soy incapaz de llevar ritmos distintos con la mano izquierda y con la mano derecha. Aún así, desde la salsa, al rock, pasando por el pop más facilón, siempre he querido ser el percusionista de la banda. Una vez convencí -más por aburrimiento que por otra cosa- a un fan de los Rolling de que los mejores segundos de la historia del pop-rock son los úlitmos ocho de Lady Madonna.

Un pianista de New Orleans me dice que me quede su euro de "pfand"(*). Estamos en un bar -EL BAR- de Jena. Él está de visita. Me lo acaban de presentar. Yo no quiero su euro. Él insiste. Voy a la barra y pido más de lo mismo. Cuando me lo sirven, aprovecho para devolverle su dinero al turista amable. Me distraigo. Me han dado cerveza con cola. Cuando le pido al camarero que por favor me la cambie me dice que no te lo cambio y PUNTO. Intenta ser paternal y pone una mano sobre mi hombro. Es tut mir leid empieza. La aparto con un gesto despectivo, me encaro y le digo que se calle, que no me creo que "lo sienta", y que no siga hablando, no me interesa lo que me tenga que decir si no me va a cambiar las cervezas, que acaba de ver cómo me las sirven.

Después de comprobar que la mala leche se cura bailando, vuelvo a la barra. La camarera se sorprende de que haya pedido en el lugar de la barra en donde sólo se devuelven vasos vacíos. Comprendo que sea un shock para ella. Estamos en un bar de estudiantes, son las once la noche y todo el mundo baila, pero el sitio de los vasos es EL SITIO DE LOS VASOS, y eigentlich hättest Du es an der anderen Seite bestellen müssen. Menos mal que vuelve a haber un solo de batería (segundo 2:49) y nadie parece haber notado mi error. Qué alivio.

* Prenda que se paga en los bares de Alemania por haberte llevado un vaso de la barra.



sábado, 10 de mayo de 2008

Air: la línea más corta entre dos puntos.

(el post consiste en ver dos videos en youtube y decir lo que se quiera. El texto es prescindible.)

Luftlinie: En un mapa, es una recta entre dos puntos, la distancia más corta. Casi siempre imposible de seguir al nivel del suelo. Es lo que uno haría si se pudiera caminar por el aire.

Si pudiera caminar por el aire. Él podía. Con elegancia con ligereza. Si alguien ya está pensando en en número 23 en blanco sobre fondo rojo, ha acertado(*). Air: para muchos -es decir, para mí y para algunos más que se me ocurren- el mejor deportista de todos los tiempos.

En el anuncio que sigue no enseñan ni el producto, porque no lo hay. Casi no hay palabra. El anunciante se recrea en su propio lenguaje, inconfundible, impecable. Se basa en la complicidad total del espectador. Si al verlo se cree que se está ante algo conocido, el es que el anunciante ha ganado. La idea es perfecta: no es un producto, es un mensaje.

El segundo vídeo enseña hasta qué punto está bien ejecutado el anuncio, y lo original que resulta la idea. Me gustaría saber qué les parecen los dos, a mí me encantaron.

* Y además es un friki. Bienvenido al blog.

domingo, 4 de mayo de 2008

El MIT, el tren y la música.

Hace bastantes años, entre un amigo y yo, el Massachusetts Institute of Technology, MIT, se convirtió en una especie de figura misteriosa y lejana a la que nos referíamos para bromas o chistes freaks. No creo que ni él ni yo, por aquél entonces, tuviéramos idea de qué era exactamente. Probablemente, no sabíamos ni dónde estaba Massachusetts, ni muchísimo menos cómo se escribía Massachusetts. El MIT era el MIT, y fuera lo que fuera, sabíamos a lo que nos referíamos. Un día descubrí cerca de mi facultad en La Laguna el Matadero Insular de Tenerife. Tuvimos para varios años más de risas.

El otro día nos dió una charla un investigador que acaba de llegar a Jena del MIT. Él es un físico experimentalista, nosotros somos -seremos- químicos teóricos. En nuestro grupo hacemos lo mismo que él, o por lo menos, intentamos llegar a lo mismo, intentamos describir lo mismo, intentamos VER lo mismo. Y sin embargo, no nos entendimos como cabría esperar. Otro lenguaje, dijeron algunos. Muchos espectros, muchas señales. Se debe notar en mi cara que no entiendo una de sus respuestas. Supongo que intentando parecer cercano nos dice: It' s my gut feeling. Algo así como "Es una corazonada.", pero con menos corazón y más intestino. Aunque admire su desenvoltura, no puedo imaginarme a un teórico invocando alguna parte de su cuerpo -distinta a su cerebro- ante una audiencia de experimentalistas. Eso debe ser por venir del MIT, pienso, y me acuerdo de mi amigo.

A la mañana -muy mañana- siguente, en el tren Jena-Berlín, se sienta frente a mí una señora con un iPod y un cuaderno con la partitura de una ópera. Toma apuntes, repite algunas pistas, anota algo en los pentagramas. Yo estoy pasando unas fórmulas al ordenador. Pienso en sus notas y en mis equaciones. La señora hace una pausa y las mira también. Sin saber de música, se me ocurre que en teoría sus frecuencias, intensidades, duraciones, modulaciones y pulsaciones se podrían escribir en forma de ecuación. No sería tan vistoso, ni tan económico ni tan bonito como en un pentagrama. Recuerdo la primera vez que me hablaron de una ecuación bella. De vez en cuando en algún libro de texto se refieren a fórmulas elegantes, a teorías sofisticadas. Luego viene un señor de Massachusetts y dice que tiene problemas de digestión. Me quedo con las notas.

jueves, 1 de mayo de 2008

Einstein o la euforia de la caída.

Oí decir a un saltador de altura que nada se puede comparar con el punto más alto de un salto. Las cámaras colocadas a la altura del listón captan ese momento. El cuerpo se va tensando lentamente, dejando de ganar altura. Todos y cada uno de sus músculos están bajo control. Y en lo más alto, el tiempo se para, y sólo hay en una cosa en su cabeza: volar.

Ahí: Esa fracción de segundo. Cada detalle -el agarre de la pértiga, el primer paso de la carrera, el control de su respiración- le ha hecho volar por un momento. Ese momento pasa, atrás queda el listón. El corazón vuelve a latir, el cuerpo a gana velocidad, y el atleta se entrega a la euforia de la caída.

Einstein dijo que intentó dar respuesta a una pregunta simple: ¿siente un cuerpo su propio peso cuando cae?*. Otro físico que se empeñó en llevarle la contraria -Dios SÍ juega a los dados.-, Stephen Hawking, ha pasado gran parte de su vida en una silla de ruedas. Hoy en día está casi paralizado por completo. Hace un año la NASA lo subió a un avión, y durante unos minutos le hizo "caer" al vacío. El avión y el físico dentro cayendo juntos, simulando ingravidez. Flotó Hawking, liberado del peso de su propio cuerpo por primera vez en muchos años. Su páralisis casi total no consiguió impedirle lo expresara. Fíjense en su cara: la euforia de la caída.

* La pregunta "parece" simple, pero yo creo que no la entiendo.