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lunes, 23 de noviembre de 2009

Ex.

Como cualquier antigua novia que se merezca ese nombre, Berlín me recibe con una mezcla de sospecha y alegría. Contenta, pero sin dejar de pensar ¿Y qué querrá éste ahora de mí? Probablemente no le guste la soltura con la que intento moverme por sus calles. Las conozco más de lo que a ella le gustaría admitir. A mí -y también me cuesta reconocerlo- me duele un poco que ella siga encantadora como siempre. Esperaría que se fuera marchitando, que me recibiera con un Así estoy yo sin tí, pero está espléndida. Qué le vamos a hacer, ya me ha superado.

Paseo por sus calles como si viviera aquí, con tiempo en las manos y las manos en los bolsillos. Miro escaparates sin comprar nada. El barrio con más galerías de arte por metro lineal se ha convertido en el de más obras por metro cuadrado. No me esperaba menos de Berlín, la mejor ciudad del mundo para jugar al escondite:









lunes, 31 de marzo de 2008

El humor y la melancolía

El humor, sobretodo el escrito, parece una cosa difícil. Si uno se pone delante de una hoja en blanco e intenta llenarla, más temprano que tarde acabará en algo descriptivo o en algo melancólico. Un amigo nos contaba ayer que sólo le daba por escribir en su diario cuando está triste. Después, al leerlo, da la impresión de que él es muy triste y melancólico. Pojclaro.

Nadie se sienta a escribir "Entra un tipo un bar y le dice al camarero...". Eso es difícil. El escritor sin ideas de Desayuno con Diamantes no sabe sobre qué escribir, y se pone a contar lo que le pasa, es decir, escribe sobre su vecina, Audrey Hepburn). En ese momento oye sonar la que quizá sea una de las mejores canciones del cine, Moonriver, y George Peppard(*) sale a la ventana, ve a la chica tocando la guitarra y se enamora de ella. Vale, todo muy cursi, pero ninguno nos imaginamos el enamoramiento si Audrey cantara una rumba de Peret. La melancolía vende más que el humor.

El humor tiene una carga importante de sorpresa, inesperada. Por eso quizá todo el mundo diga que es más fácil escribir un buen drama que una buena comedia. Yo estoy en la cola de la mensa. Voy a pagar, la cajera me pide 2ct sueltos. Le digo que no que no tengo. De pronto me acuerdo de que sí, los saco del fondo del bolsillo. Bromeo -Usted sabía que yo los tenía. La cajera, como no hay nadie, se anima -Puedo ver a través de sus pantalones. Me quedo callado. Lo ha oído alguien más? Intento mantener la sonrisa, para que la cajera no se dé cuenta del caramelo que me acaba de poner en la boca. Se da cuenta -Bueno, eso último no lo tendría que haber dicho. Estoy un poco suelta. Me da la vuelta y me voy a la mesa pensando en este post. Alguien escribe el resto del guión?

(*) Pensar que acabó de jefe del Equipo A le da perspectiva. Me encanta que los planes salgan bien.