lunes, 20 de octubre de 2008

Ciao.

El director sólo tiene mover media ceja para que el medio centenar de adolescentes italianos se ponga firme. Silencio, se canta. Madres, padres, abuelas, tíos e incluso yernos contienen la respiración. El coro de alumnos del conservatorio empieza a cantar, acompañado por el órgano de la catedral de Vicenza.

Casi no se reconoce a la turba de adolescentes italianos "No sin mis gafas de sol" que hace unas horas recorría el centro de la ciudad. Gritándose, riéndose, gastándose bromas, hablando por el móvil y sacándose fotos todo a la vez.

Termina el concierto, y el director (maestro) explica con la partitura en la mano: es la primera vez que se interpreta ésta obra en tiempos modernos en Italia. Yo -que tengo el oído musical de, digamos, una esponja marina- me he quedo maravillado, y muy adentro sonrío: nunca pensé que una sobremesa de invierno en Berlín hace dos años -¿Sabes dónde puedo comprar partituras?- acabara en este concierto.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

eso es como el aleteo de la mariposa que pierde una herradura, no?

Anónimo dijo...

Entonces, no está todo perdido. La crisis no puede acabar con eso:cantar es gratis y el único precio es conseguir emocionar a alguien y ...¿la partitura fue muy cara?