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miércoles, 7 de enero de 2009

En blanco y negro.

Cinco de enero, mediodía, playa de Las Teresitas:
La foto NO es una postal.

Siete de enero, mediodía, en algún lugar entre Erfurt y Weimar:

La película es en color.

Se me había olvidado el taca-taca de la maleta en los adoquines, hoy amortiguado por la nieve compactada. Los higrómetros que dan palmas, los termómetros que se han dado la vuelta y el buzón que explota de publicidad. Salimos de casa y a casa llegamos.

domingo, 3 de agosto de 2008

Intermezzo.

Tussies(*), Turcos y Turistas. Olor a ciudad nada más salir del tren, a gente y más gente. Quincalla y libros viejos en cajas de fruta. El camarero deja de maltratar sus clientes por un momento y pide amablemente al músico ambulante que se vaya a otra parte a destrozar boleros con su acordeón. Berlín: cafés con tipos flacos de pelo sucio y gafas de pasta escribiendo en sus cuadernitos sobre gente que quizá ya no viva aquí.

El museo: su altar, su puerta con los leones. La cruzo, igual que hace nueve años como viajero de fin de curso atolondrado, después turista mochilero de verano, como recién llegado, vecino del barrio, viejo conocido y ahora como visitante de paso. Obras y más obras. La ciudad que va cerrando heridas y abriendo zanjas. Todo aquí se mueve o deja de hacerlo al compás de las Bauarbeiten.

Mi último barrio, sus anarco-lesbianas federadas y sus punkis que siguen en lucha:
Cruzando ese portón, en el Innenhof -bitte keine Photos, no tourists dicen los grafittis- aún hay dos bicis mías olvidadas, heredadas de generaciones de alumnos erasmus que llegaban y se iban. Tomamos la última copa en un bar en el que -explicablemente- hay una hamaca que estuvo en mi salón un año y medio. Nos despedimos, y la funeraria de enfrente nos recuerda que ni la muerte nos alejará del mal gusto -o de los buenos precios:


(*) Más links: uno y dos.

martes, 29 de julio de 2008

Desde Chicago a Jena.

Resonancias

Un sistema cuántico se considera resuelto cuando se conocen sus estados propios, sus eigenstates. Se los puede buscar directamente, resolviendo las ecuaciones que los tienen como solución. Otra manera -más o menos práctica según el caso- consiste en colocar al sistema fuera de su situación de equilibrio, dejar que evolucione en el tiempo y escuchar (*) como va resonando en sus estados propios. Quiere decir que bajo la dinámica del sistema hay en realidad un puñando de estados propios combinados de una determinada manera. Simplemente sacándolo de la posición de equilibrio y escuchando(**) dónde resuena, podemos detectar los estados propios que lo caracterizan.

Las resonancias ocurren cuando se está fuera del equilibrio. Puede pasar navegando en el lago Michigan -y que te veas a tu padre apuntándote al primer cursillo de vela. O delante de un cuadro en un museo de Boston y que veas al pasillo de la casa de tu abuela.

El verano llegó hace bastente y los campos (¡campos!) que atraviesa el tren están arados, secos, balas de heno por todas partes. Me bajo con cara de bobo -el jetlag no es excusa- al andén. Las maletas en los adoquines: taca-taca, torre inexplicable, y acento alemán campechano al que creía haberme acostumbrado. Jena state of mind.

(*) Si el sistema fuera una cuerda de guitarra, ésto equivale pulsar la cuerda(=sacarla de su posición de equilibrio) y dejarla que vibre.

(**) Aquí, escuchar significa hacer una transformada de Fourier, que transforma las oscilaciones en el tiempo en picos(=intensidades) en la frecuencia. El cerebro hace la transformada de Fourier automáticamente. Conviete distintas cuerdas vibrando al mismo tiempo en distintos picos para distintas frecuencias(=notas).

domingo, 4 de mayo de 2008

El MIT, el tren y la música.

Hace bastantes años, entre un amigo y yo, el Massachusetts Institute of Technology, MIT, se convirtió en una especie de figura misteriosa y lejana a la que nos referíamos para bromas o chistes freaks. No creo que ni él ni yo, por aquél entonces, tuviéramos idea de qué era exactamente. Probablemente, no sabíamos ni dónde estaba Massachusetts, ni muchísimo menos cómo se escribía Massachusetts. El MIT era el MIT, y fuera lo que fuera, sabíamos a lo que nos referíamos. Un día descubrí cerca de mi facultad en La Laguna el Matadero Insular de Tenerife. Tuvimos para varios años más de risas.

El otro día nos dió una charla un investigador que acaba de llegar a Jena del MIT. Él es un físico experimentalista, nosotros somos -seremos- químicos teóricos. En nuestro grupo hacemos lo mismo que él, o por lo menos, intentamos llegar a lo mismo, intentamos describir lo mismo, intentamos VER lo mismo. Y sin embargo, no nos entendimos como cabría esperar. Otro lenguaje, dijeron algunos. Muchos espectros, muchas señales. Se debe notar en mi cara que no entiendo una de sus respuestas. Supongo que intentando parecer cercano nos dice: It' s my gut feeling. Algo así como "Es una corazonada.", pero con menos corazón y más intestino. Aunque admire su desenvoltura, no puedo imaginarme a un teórico invocando alguna parte de su cuerpo -distinta a su cerebro- ante una audiencia de experimentalistas. Eso debe ser por venir del MIT, pienso, y me acuerdo de mi amigo.

A la mañana -muy mañana- siguente, en el tren Jena-Berlín, se sienta frente a mí una señora con un iPod y un cuaderno con la partitura de una ópera. Toma apuntes, repite algunas pistas, anota algo en los pentagramas. Yo estoy pasando unas fórmulas al ordenador. Pienso en sus notas y en mis equaciones. La señora hace una pausa y las mira también. Sin saber de música, se me ocurre que en teoría sus frecuencias, intensidades, duraciones, modulaciones y pulsaciones se podrían escribir en forma de ecuación. No sería tan vistoso, ni tan económico ni tan bonito como en un pentagrama. Recuerdo la primera vez que me hablaron de una ecuación bella. De vez en cuando en algún libro de texto se refieren a fórmulas elegantes, a teorías sofisticadas. Luego viene un señor de Massachusetts y dice que tiene problemas de digestión. Me quedo con las notas.

miércoles, 16 de abril de 2008

Lund.

Son españoles? Digo que sí con la cabeza y mentalmente repaso mis últimos comentarios en voz alta por si he dicho algo que no debo. Estamos en un tren que nos lleva sobre el Mar Báltico desde Copehague (Dinamarca) a Lund (Suecia). El chico, que nos habla amable y rápidamente para impresionar a su compañera de viaje, nos cuenta que trabaja en un crucero por el Báltico y que vuelve de vacaciones a casa. Mientras abre otra cerveza con la tapa de su móvil, dice que sabe español porque su abuela es de Tenerife (!). Completa su versión del marinero de permiso -mujer y cerveza ya están- enseñándonos un tatuaje en su antebrazo, en español, y en letra Times New Roman tipo 25:
NADIE PUEDE JUZGARME
Buena psicología invertida, pienso yo.

Son españoles?
Muchos buques llevan banderas de conveniencia que no son las que se esperaría. La versión en estudiante se llama filiación, y por primera vez (creo), me llevar una bandera distinta de la mía:


Well that's not quite a German name, is it? Típica frase "rompehielos" durante los coffee-breaks. Why? My name is Friedrich Schiller. Varias horas de charlas inhiben nuestro sentido del humor.

La recepcionista del hotel lo conserva: llego -maleta en mano y cara de ayúdeme- y le pregunto por la residencia de estudiantes de igual nombre que el hotel. Ella arruga la cara y dice I don't have any idea! En seguida se ríe y me dice que le siga hasta el ascensor de señales algo raras:

Tres pisos de angustia (¿Cada cuánto se cae este ascensor?) más tarde llego a la habitación. A la mañana siguiente descubro que tengo que poner algo en la ventana si no quiero depertarme todos los días a las 6:00 am:

Cojo la manta roja y al irla a colgar de la ventana descubro en todo el marco pelusa roja. ¡Momentazo CSI!