La nueva "utilidad social" Facebook permite a todo el mundo estar hiperconectado con todo el mundo a todas horas. Se suben fotos, perfiles, estados civiles, anímicos, físicos, educacionales y todo lo que el exhibicionista online en cuestión quiera hacer ver. Un fenómeno más de la generation ME(*). Existían páginas parecidas desde hace mucho, pero Facebook arrasa por la facilidad con la que automáticamente propone posibles conocidos al usuario. A medida que aumenta la lista de "amigos" más información tiene el software para cruzar datos y proponer, a su vez, nuevos contactos. A su vez, éstos retroalimentan la información para la siguiente búsqueda y así cada vez más rápido.
El tiempo mejora -o parece hacerlo al menos- en Facebook. ¿Dónde están los tipos con granos, las chicas sobredimensionadas, los barbilampiños, las ortodoncias, las gafudas, los malos en deporte que éramos todos? Pasan ocho (!) años y sólo encuentro a guapetones radiantes haciendo surf en las Maldivas, chicas monísimas haciendo másters de algo (de algo de mandar, intuyo) en Nueva Yor y gente de copas (¿todo el mundo está de copas todo el rato en Facebook?) en Ibiza. Facebook no deja ni el consuelo de descubrir feas a las chicas que nos gustaron pero pasaron olímpicamente de nosotros. NO. Siguen guapísimas, igual que aquel día cuando casi justo por un momento nada más estuvimos a punto de decir algo pero luego ya nada. Ocho años, madre mía.
El tiempo mejora -o parece hacerlo al menos- en Jena. Esperemos. Hasta luego.
(*) ¿Cómo este blog?
El tiempo mejora -o parece hacerlo al menos- en Facebook. ¿Dónde están los tipos con granos, las chicas sobredimensionadas, los barbilampiños, las ortodoncias, las gafudas, los malos en deporte que éramos todos? Pasan ocho (!) años y sólo encuentro a guapetones radiantes haciendo surf en las Maldivas, chicas monísimas haciendo másters de algo (de algo de mandar, intuyo) en Nueva Yor y gente de copas (¿todo el mundo está de copas todo el rato en Facebook?) en Ibiza. Facebook no deja ni el consuelo de descubrir feas a las chicas que nos gustaron pero pasaron olímpicamente de nosotros. NO. Siguen guapísimas, igual que aquel día cuando casi justo por un momento nada más estuvimos a punto de decir algo pero luego ya nada. Ocho años, madre mía.
El tiempo mejora -o parece hacerlo al menos- en Jena. Esperemos. Hasta luego.
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