Mi interlocutor, que además es mi invitado, apura el Chardonnay y empieza a hablar sobre la existencia - o no- de Dios. Aturdido, nombro el principio de incertidumbre para ganar algo de tiempo. Es algo que los mecánicos cuánticos -y los economistas últimamente- hacen a menudo. Aprovecho y hago un repaso mental de qué le he podido poner a la ensalada para el éste me salga ahora con un tema así.
Cuando vuelvo a la conversación, está hablando sobre el yo, el súper-yo y del espacio entre ellos. Detrás de él -incluso más allá de su súper-él y el espacio entre ellos- está la pared, y en la pared mi fotografía aéra de Berlín. Me fijo en una araña que se ha descolgado del techo y ha empezado a caminar por Berlín. Sigo sus movimientos y me imagino lo que estará viendo. Si noto que mi interlocutor -que ya no lo es, pero aún no lo sabe- se calla, voy diciendo Naja, Achso y Nagut, para seguirle dando algo en qué pensar.
Veo que me toca decir algo, así bebo Chardonnay, que a él parece hacerle efecto y en ese momento, nos interrumpe mi vecina, que discute a gritos con su novio en algún idioma que no entendemos. Es curioso, porque cuando se llevan bien, usan otro que todos los vecinos entienden.
Cuando vuelvo a la conversación, está hablando sobre el yo, el súper-yo y del espacio entre ellos. Detrás de él -incluso más allá de su súper-él y el espacio entre ellos- está la pared, y en la pared mi fotografía aéra de Berlín. Me fijo en una araña que se ha descolgado del techo y ha empezado a caminar por Berlín. Sigo sus movimientos y me imagino lo que estará viendo. Si noto que mi interlocutor -que ya no lo es, pero aún no lo sabe- se calla, voy diciendo Naja, Achso y Nagut, para seguirle dando algo en qué pensar.
Veo que me toca decir algo, así bebo Chardonnay, que a él parece hacerle efecto y en ese momento, nos interrumpe mi vecina, que discute a gritos con su novio en algún idioma que no entendemos. Es curioso, porque cuando se llevan bien, usan otro que todos los vecinos entienden.