Mientras mis amigos duermen la siesta en su apartamento de Santa Mónica, yo me distraigo en su salón -que también será mi dormitorio por esta noche. Después de una semana de sesudas conferencias, entre físicos teóricos y gente que en su laboratorio genera los eventos medibles más cortos conocidos. Por el campus, estudiantes en playeras y bicicletas nos recuerdan que, si pagas unos 40.000 dólares al año, la universidad es Disneylandia. Zonas ajardinadas, laguna, playa y monopatín. Se lleva un relajo generalizado que parece ser característico de California. Cerca del instituo de física teórica se van acabando los surferos y surferas sobre ruedas, y empiezan a aparecer los sospechos habituales: indios, chinos y más gente con pinta de no estar en Santa Bárbara por el buen tiempo. Con la ciudad universitaria vacía por el fin de semana largo, en la lavandería sólo queda la empleada:
No vayas a LA. Se supone que sólo hay freeways y mal rollo. Nos acercamos hasta el Getty Museum. Allí, entre remarcables(*) obras de arte, ella sigue esperando que la pasen de la terracota al mármol:
Aprovecho Santa Mónica, el amigo, la suerte y todo lo demás para saludar al Pacífico y acordarme de otro sitio:
(*) El spanglish está por todos lados, desde el agua reclamada, a remover la basura...