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jueves, 12 de noviembre de 2009

El hombre que susurraba a los burócratas.


Con el tiempo, se aprende que la mejor manera de aproximarse a un burócrata en Alemania es como uno se acercaría a un caballo salvaje: ningún movimiento brusco, pero con voz firme que le dé confianza. Hay que transmitir -aunque no sea cierto- que en ese justo instante en el que humildemente nos presentamos ante él o ella, el futuro del universo está en sus manos.

¿Por qué? Tres motivos. Primero, si se muestra debilidad a través de una voz que deje entrever alguna duda, el burócrata aplacará la incipiente conversación recitando alguna generalidad por la cual la pregunta que uno está a punto de hacer -y que por tanto, él todavía no ha oído- ya está respondida o la respuesta será claramente obvia. Segundo, es muy probable que mientras preguntamos (con voz firme) el burócrata dedique más tiempo a detectar errores superficiales en nuestra pregunta que a enterarse del fondo de la cuestión, resultando en algo así como "Yo no sé cuál será la respuesta, pero de momento esa pregunta está mal hecha." Y por último y más importante, cabe la remota posibilidad de que -pasadas las dos fases anteriores- el burócrata realmente entienda lo que uno quiere y se dé cuenta de que -oh my god- él no conoce la respuesta. Si esto ocurre, lo que uno quiere es que él se sienta cómodo como para decirlo y averiguar la respuesta por teléfono con uno mismo delante. Eso sólo ocurrirá si le hemos dado sensación de que él es el jefe supremo desde el principio. Cuando llame, tiene que estar convencido de que llama porque él así lo ha deseado, no porque un pobre que no se entera de nada le haya puesto en aprietos.

Por todo lo anterior, se deben saborear especialmente los momentos de gloria en los que, aún siguiendo las instrucciones anteriores, uno es capaz de llevar de la mano al burócrata a un punto en el que él mismo se da cuenta de que -oh my god II- existen informaciones contradictorias en su propio discurso. En ese momento cósmico, el burócrata, genuinamente convencido de que su palabra y la ley son prácticamente indistinguibles; esa misma señora detrás de una mesa con portarretratos de sus hijos, la misma persona que nos hubiera despachado con algún aspaviento desde el principio, pero que no lo hizo porque parecíamos tipos normales que sabían lo que preguntaban, sí, ese burócrata se colapsa delante de nuestros ojos, en su mirada el terror de quien reconoce que no sabe qué hacer. Es un equivalente facial a ésto:


PS: Hecho con todo el cariño hacia mis amigos del Finanzamt, la Meldebehörde, la Ausländerbehörde, la Krankenkasse, la Arbeitsagentur, la Personalstelle, la Steuerberatung, la Hausverwaltung y muchos más que ahora se me olvidan. Los llevo en mi corazón, junto a mi Anmeldung, Lohnsteuerkarte, mi Steueridentifikationsnummer, mi Personalnummer, mi Versichertenkarte y mi Freizügigskeitbescheinigung.

jueves, 6 de marzo de 2008

Que se llama realidad

He makes decisions based on reality. (Él) toma decisiones basadas en la realidad. Casi nada. La frase la dice una actriz en un documental (bonus de un DVD) sobre el director de la peli. A mí me parece una tontería, pero, de pronto, ahí estoy, delante del último paquete de cereales y a cinco minutos de que cierren el súper: Sólo quedan los que llevan chocolate. Y entonces la frase me parece perfecta. Decisiones basadas en la realidad, me digo. Hago ese cálculo optimista que todos hacemos cuando vamos al súper de improviso: Cuántas cosas puedo cargar sin comprar una bolsa para llevarlas? Ya llevo unos tomates en la mano y un bote de millo (maíz dulce) debajo del brazo y algo cabrá en los bolsillos. Claramente, me compro los cereales con chocolate (siguen siendo de la misma marca y con el mismo rollo fitness). Y me acuerdo de una frase de Kafka, pero no la pongo aquí porque son las nueve y media, y Kafka tan pronto te cruje la maniana. A ver si alguien sabe qué frase es.

Tele-realidades. Realitys. Unos adolescentes alemanes descontrolados para un programa que se los lleva al desierto de Oregón como parte de una terapia. Están el violento, el drogata, la cleptómana, el ladrón de coches, la que pega a sus padres y algunos más, todos de menos de 17 anios. Qué basura, pienso, mientras me preparo la ensalada y lo escucho de fondo.

A los diez minutos estoy enganchado. Si se consigue que la edición sensacionalista no distraiga -las voces en off, los flashbacks enseniando a los chicos antes de la terapia, la música heavy etc- el programa resulta interesante. El al agotamiento físico de las caminatas durante días baja los humos. Los terapeutas consiguen hacer hablar con naturalidad a los chicos. Todos acaban diciendo lo mismo. Se dan cuenta de que son unos cabrones, les gustaría no ser así, y el más durote de todos confiesa entre llantos que echa de menos no hablar con su hermano como hacía antes. Zugegeben, me emocioné un poco, qué pasa?

Realidades. Durante algo más de un anio tuve un jefe físico teórico, con una sub-jefa entre él y yo. Para él, los químicos teóricos representan su conexión con la realidad. "Lo que tendría que ser" vs. "lo que se calcula que es". Para los experimentales, la realidad calculada no tiene nada que hacer frente a la realidad medida, testada: Está pasando, lo estás viendo. Echo de menos la realidad real, y creo que empiezo a comprender la frase del director de la película.